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Presentacion del Nuevo Testamento Audio en Vasco.

22 de Septiembre del 2017 


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Excelente pagina para estudiar la Biblia

 En esta página encontrarás todo tipo de material para hacer estudios profundos de la BIBLIA.


 


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La sexualidad del soltero cristiano: Sanidad & Hábitos y concupiscencias




De manera sumamente realista, comprobamos el problema que se le presenta al ser humano si el descubrimiento de la sexualidad no se enfoca correctamente, sumado a la lujuria y a las distintas ofertas que ofrece la sociedad (como es la pornografía), que saca a relucir lo peor de hombres y mujeres, y las diversas heridas emocionales que todo esto puede ocultar.
La sanidad
Todos aquellos que son adictos a algún tipo de pornografía de las que vimos, deben ir a la raíz del dolor: ¿Qué se esconde debajo del caparazón externo? ¿Cuáles son los verdaderos deseos del corazón? ¿Qué motivó las heridas (soledad, aislamiento, rechazo, inseguridades, falta de estima propia, codependencia, aburrimiento, egoísmo, necesidades emocionales no satisfechas, etc.)? Responder a estas preguntas será el primer paso para sanar el corazón. Como dice Shannon Ethridge, pregúntate “quienes son los rostros que están en nuestras fantasías, qué papeles desempeñan, qué papeles desempeñamos nosotros, qué emociones principales suscitan esas fantasías, y por qué, qué acontecimiento en nuestra historia creó la necesidad de experimentar tal emoción, cómo medica esa fantasía el dolor emocional de nuestro pasado o nuestro presente [...] qué tipos de imágenes encienden tu fuego lo quieras o no, cuándo sientes la necesidad/deseo de estimularte sexualmente, cuáles son algunas de las imágenes mentales en las que sabes que siempre puedes confiar para lograr esa meta”[1].  
Mientras que estas heridas no sean sanadas, estas personas seguirán sintiéndose atraídos por diversas adicciones y serán esclavos de ellas, cuando Cristo nos llamó a todos “a la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Romanos 8:21).
Por todo lo que hemos visto, podemos distinguir y diferenciar perfectamente el motivo por el cual el placer solitario se hacía presente en la adolescencia (descubrimiento y exploración) y cuáles las causas en la vida adulta (deseos físicos, emocionales y sentimentales no satisfechos o evasión de la realidad ante los problemas, que pueden conducir a la lujuria y a las pasiones más bajas).
¿Qué pueden hacer los solteros cristianos?
El problema para los solteros cristianos es qué hacer con esa sensualidad, con ese aspecto sensorial y con esos deseos que habitan en ellos. Tienen que ponerle remedio o se verán envueltos en la lujuria, en mayor o en menos medida, de una manera u otra. La solución no es la que llevó a cabo erróneamente Orígenes (teólogo, maestro y célebre escritor cristiano del s. II y III). Malentendiendo las palabras de Jesús sobre hacerse eunuco, se cortó lo que no debería haber cortado jamás. Seguro que entiendes a qué me estoy refiriendo... Tiempo después comprendió que era un error; pero claro, ya era demasiado tarde...
Seamos brutalmente honestos: el cristiano debe aceptar que la sexualidad está reservada para el matrimonio, ni antes ni fuera de él. Aquí no hay medias tintas. Mientras tanto, se llegue a cambiar o no de estado civil, únicamente quedan dos alternativas:
1. Controlar ese deseo: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7).
Como nuevamente muestra Shannon Ethridge: “Somos seres sexuales. Desde la cuna hasta la tumba. Sencillamente no podemos escapar a esta realidad. Sin embargo, algunas personas lo siguen intentado, y otras podrían incluso tener éxito hasta cierto grado. [...] Pero solamente porque no deberíamos o no podemos apagar por completo nuestros pensamientos sexuales no significa que tengamos derecho a dejarlos encendidos a toda velocidad, ´expresarlos` según nuestro capricho y llevar a otros a relaciones sexuales disfuncionales con nosotros. La Biblia dice claramente que el acto de intimidad sexual fue diseñado estrictamente para el lecho matrimonial. Si no estamos casados, seguimos siendo seres sexuales, sencillamente no somos sexualmente activos. Al menos así es como debe funcionar segun el plan perfecto de Dios. Por tanto, una alternativa a la represión sexual para las personas solteras es la sublimación, definida como ´el desvio de la energía de un impulso sexual u otro impulso biológico de su meta inmediata a otra de naturaleza o uso social, moral o estético más aceptable”. En otras palabras, canalizar esa misma energía hacia la pintura, la escritura, la danza, la canción u otro pasatiempo o plan más saludable. Algunas de las mayores obras de arte, libros y canciones han nacido sencillamente porque quien las originó estaba subliminando sus pasiones sexuales en lugar de expresarlas”.
En el capítulo titulado ¡Vive!, trataremos exténsamente cómo enfocar nuestras vidas en otras áreas sanas y disfrutables.
2.  Llenar nuestra vida de Dios y de algunos amigos íntimos para satisfacer las necesidad emocionales y espirituales que tenemos de comunión con nuestro Creador y nuestros semejantes, como vimos en los capítulos que le dedicamos al respecto:
* Los solteros se preguntan: ¿Dónde están los amigos? Un problema de peso:
* Una amistad verdadera:
* La soledad y Dios:
Esos tres apartados son fundamentales. Si quieres sanidad y una nueva vida, no los pases por alto. Mientras tanto, todo seguirá igual. ¡De ti depende!
Los hábitos y la concupiscencia
Cuando un pensamiento o una acción se repiten con asiduidad, se convierte en un hábito. Existen hábitos saludables, como el de lavarse los dientes después de cada comida. Como dice John MacArthur: “Los hábitos son maneras de vivir adquiridos. Se forma un hábito cuando se hace una cosa repetidamente hasta que llega ser un patrón. Los hábitos pueden ser acciones, actitudes o modos de pensar que se han arraigado hasta llegar a ser una segunda naturaleza en nosotros. Hebreos 5:14, por ejemplo, habla de personas ´que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal` y 2 Pedro 2:14 dice que los falsos maestros ´tienen el corazón habituado a la codicia”.
Por eso, un mal hábito que va en contra de los mandamientos de Dios se convierte en pecado. Y en el tema de la sexualidad que estamos tratando exactamente igual. La lujuria es un “vicio consistente en el uso ilícito o en el apetito desordenado de los deleites carnales”. De por sí, el apetito no es malo como hemos dejado bien claro. Lo que traza la línea entre el bien y el mal es el uso que demos a esos apetitos. Y cuando alguien se deja arrastrar profanamente por ellos, cae en malos hábitos, independientemente de que esté casado o soltero.
Para ese hábito desordenado la Biblia usa el término concupiscencia. Palabra extraña. Nunca la he escuchado en ninguna película ni leído en ningún periódico. Nunca nadie ha insultado a otro diciéndole: “¡Eres un concupiscente!”. Sin embargo, la usan Pablo, Pedro y Santiago. Me voy a centrar en este último porque le concede mucha importancia. Él dice: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Santiago 1:13-15).
Algunos culpan de sus prácticas pecaminosas al diablo y lo reprenden una y otra vez, semana tras semana, hasta el punto de llevar a cabo auténticos rituales surrealistas, una versión casi cómica de la película El exorcista. Únicamente les falta el agua bendita y un sacerdote invocando a todos los santos y vírgenes del folclore popular. Sin necesidad de parafernalias, Jesús identificó de dónde provienen estos deseos: “Del corazón” (Mateo 15:19).
El hecho de que sientas un deseo sexual no es sinónimo de pecar. Siempre y cuando no te dejes llevar por esos deseos, el pecado no existe. El pecado sólo es pecado cuando se consuma la tentación, fruto de la propia debilidad. La misma palabra concupiscencia nos lo aclara: Viene del griego epithumia, y denota un intenso deseo de cualquier tipo. Son los frutos prohibidos y codiciados por el alma. El deseo en sí no tiene que ser malo. Ahora bien, cuando Santiago se refiere a las concupiscencias está haciendo alusión a “los apetitos o hábitos desordenados del alma”.
En general, vienen a ser aquellas debilidades morales que, por causa de la naturaleza caída y la práctica del pecado, antes o después de la conversión, se han convertido en puntos débiles. Te pondré un ejemplo para que lo entiendas. Veamos esta historia:
“Supongamos que tu mejor amigo tiene un problema. Es cleptómano. Ya lo han sorprendido dos veces y registrado una. Hoy estás de tiendas con él y de momento notas que está sudando. Él te admite avergonzado que cada momento siente una gran tentación de robar. Admite que cada segundo libra una desesperada batalla por no robar todo lo que tiene a la vista. Y si no sale de allí, va a tener un problema terrible. ¿Qué sucedió? Ambos mirasteis las mismas cosas. Nada te tentó a ti y todo lo tentó a él.
Pero después todo cambia. Tres semanas más tarde ambos estáis juntos en una conferencia de negocios al otro lado del país. Esa noche, en tu habitación, eres tu quien suda. Te prometiste a ti mismo que no volverías a ver esas películas pornográficas otra vez. Pero no puedes irte a dormir. Son las dos de la madrugada y no te han hecho efecto ni una ducha fría ni las píldoras para dormir. Tu amigo cleptómano está en la habitación de al lado profundamente dormido y no le echó ni una mirada al televisor; y ahí estás tú, acercando la mano poquito a poco al mando del televisor. Todavía no has cedido, pero la tentación es enorme”.
Quizá crees que no puedes evitarlo. Puede que hayas llegado a un extremo en el que has llenado tu mente de argumentos racionales para justificarte: “No lo puedo resistir”, “No es para tanto”, “¿Qué importancia tiene?”, “Todo el mundo lo hace”, “¿Qué malo tiene ver algo que me hace sentir placer?”, etc. Pero Dios enseña justo lo opuesto, como le dijo a Caín: “El pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él” (Génesis 4:7). Sí, el pecado puede estar delante de ti, pero puedes sujetarlo y no someterte a él. La afirmación es contundente: Tú te enseñorearás de él, y no al revés.
Destierra de tu lenguaje ese tipo de expresiones y aprópiate de lo que enseña la Palabra: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13).

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¿Cómo sienten la sexualidad hombres y mujeres?

Analicemos en este apartado cómo perciben los hombres y las mujeres la sexualidad.
Cómo siente la sexualidad un hombre
El principal problema con el cual se enfrenta el hombre es su vista. Por medio de ella observa todo lo que hay alrededor y lo que ve le estimula en un sentido u otro. Ni mucho menos es casualidad la existencia de la lencería femenina, con todo tipo de formas y colores. Obedecen a una razón: provocan un efecto en el hombre. De lo contrario, sería absurdo la mera existencia de esta clase de productos. El hombre observa la belleza del cuerpo de una mujer y todo su ser se desmorona de la misma manera en que un bebé queda en una especie de estado de shock cuando le acarician suavemente su espaldita. Se queda absorto. El cuerpo femenino provoca este efecto en el hombre.
Como no me canso de repetir, fuimos creados para sentir esa clase de atracción. Es algo que las mujeres deben aceptar aunque no lo comprendan en su totalidad ya que ellas experimentan la realidad de manera diferente. ¿Esto convierte a todos los hombres en superficiales? No. Si eres mujer y estás leyendo estas líneas, tienes que saber que es normal que lo primero que llame la atención de ti a un hombre sea tu envoltorio, porque el género masculino es un género predominantemente visual: disfruta de la belleza, y no hay nada más hermoso que una mujer. Sin duda lo más hermoso de la creación. Ni las estrellas, ni la Luna, ni el mar ni cuentos. La mujer.
El cubano Gerardo de Ávila narra entre sus múltiples anécdotas que en una ocasión le presentaron a una hermosa dama que llevaba una mantilla. Y le preguntaron: “¿Qué le parece?” (sin especificar que la referencia era sobre la prenda, aunque estaba bastante claro). Él, sabiendo por dónde iba el asunto, respondió de forma humorística: “¿La joven o la mantilla?”. Para un hombre sería ridículo negar lo evidente. Su salud mental estaría en entredicho si su respuesta se hubiera centrado en la susodicha mantilla.
Mujer: quizá te veas andar y pienses que eres un pato mareado, pero incluso eso suele atraer a un hombre. Es una gracia especial que Dios os regaló, pero eso no significa que los hombres se queden en lo externo.
Si fueras paseando por la calle y de pronto pasará por delante de ti un caballo andando únicamente apoyado sobre dos patas, con un sombrero de copa y cantando, ¿acaso no te quedarías mirando y te sorprenderías en gran manera? ¿Cerrarías los ojos? No creo. ¡Cuánto más el hombre ante la belleza femenina! De ahí la lucha por controlar la mirada. Es un acto reflejo que no se puede negar. Y les sucede a todos, solteros y casados. El cuánto y el cómo se mira ya es otro asunto que hay que controlar, como veremos más adelante.
A un hijo de Dios le ofende cuando le encajan en ciertos estereotipos, de igual manera que cualquier mujer se siente ofendida cuando la encasillan dentro del grupo que sólo habla de ropa y de hombres. Por eso me indignan estas palabras: Tal vez parezca que lo que digo es que todos los chicos piensan en lo mismo, sean espirituales o no. Es porque es justo lo que quiero decir: -ay, mi novio no. Es un buen cristiano. Sí, y lo que busca es sexo para un buen cristiano. Verás, los chicos son varones en primer lugar y cristianos en segundo lugar. Como cristianos, dejamos que Dios comience a cambiar nuestro carácter. Sin embargo, nuestra naturaleza esencial previene del hecho de ser varones. Y el sexo es lo primero que nos viene a la mente. Según los autores, todos los hombres son iguales en su manera de pensar, ya que, en primer lugar, siempre piensan en el sexo. Puede ser así durante diversas etapas de la inmadurez propia de la adolescencia, donde ni siquiera la persona es cristiana y los valores bíblicos no forman parte de la personalidad propia. Pero rebato ese argumento afirmando que si son hombres antes que cristianos es que no han aprendido lo que es ser un hombre ni lo que significa ser un cristiano maduro.
Escucha mujer: Porque un hombre no pueda dejar de percibir esa belleza no significa que quiera acostarse contigo. Recuerda que Jesús no dijo que mirar fuera pecado. De lo contrario tendríamos que vendarnos los ojos. Él dijo que el pecado estaba en la mirada que codicia. Y cuando hablamos de codiciar sabemos a qué nos referimos y sobran las explicaciones.
No hay nada malo en desear conocer a una mujer porque se sienta atracción hacia ella. La mirada que codicia pecaminosamente es muy distinta al deseo natural. Y esta diferencia deben de entenderla perfectamente quienes tengan pareja, para saber distinguir entre una y otra. De lo contrario jamás podrán descansar ni confiar en su compañero.
Aquí estoy hablando de hombres cristianos normales con una relativa madurez. Si conoces a alguno que sale con mujeres exclusivamente por su belleza, podrás catalogarlo sin dificultad como superficial. Aún así, puede que tenga una explicación: su necesidad de ser admirado para fortalecer el ego, su alicaída autoestima o puro narcisismo. No lo estoy justificando, sólo tratando de explicar más allá de las apariencias.  
Dada esta agudeza visual, el hombre tiene la capacidad de separar la mente del corazón. Por eso puede verse cegado ante un cuerpo. De ahí que, si no lo controla, puede excitarse en cuestión de segundos. Llegados a ese punto, el autocontrol es sumamente complicado. Por lo tanto, el objetivo será evitar llegar a ese extremo donde el margen para dar marchas atrás ya es muy pequeño.
Cómo siente la sexualidad una mujer
Si el problema del hombre es la vista, el de las mujeres son las emociones. Ellas necesitan sentirse llenas sentimentalmente. Cuando eso no ocurre en sus vidas, aún teniendo pareja, recurren a las fantasías mentales. Usan la imaginación para fantasear sobre posibles citas amorosas donde son conquistadas tierna y dulcemente, siendo ellas el centro del universo del hombre. Por eso las atrae de manera tan poderosa las novelas románticas, tanto escritas como en televisión: chico conoce a chica y comienzan a salir. La trama gira en torno a la hermana de ella que está secretamente enamorada de él. A lo largo de 5000 capítulos observamos todos los intentos de ella por estar cerca de él, a pesar de su gran timidez y complejos de inferioridad. Finalmente, su hermana se dará cuenta de los sentimientos de ella y tratará de matarla, pero será ésta quien muera en un trágico accidente. Todo concluirá en el momento en que la chica tímida y el chico se declararán amor eterno y se casarán en medio del jolgorio general. Dicho de forma cómica, ese es el argumento general de la inmensa mayoría de los llamados culebrones.
Las emociones, los sentimientos de amor, la pasión, la ternura y el afecto es lo que más anhela el corazón de una mujer. Se siente llena. Por eso buena parte de su vida cobra sentido cuando esto ocurre.  
La mujer suele ser conquistada por las atenciones que un hombre le presta; por todas las palabras hermosas que escucha al oído; por cómo se preocupa sobre su persona; por aquellas frases que prometen amor eterno. Si al hombre le atrae la belleza, a la mujer lo hace el romanticismo. Toda mujer se siente atraída hacia aquellos hombres que la abruman en el buen sentido y que la buscan. Sentirse deseadas es una sensación totalmente embaucadora. Aunque hay ocasiones en que estos roles se intercambian, el  hombre suele ser el conquistador y ellas son las que disfrutan siendo conquistadas y cortejadas.
Ambos géneros se complementan. Aún así, es cierto que cuando una mujer se enamora de verdad remueve cielo y tierra para que él sea consciente de sus sentimientos de una u otra manera. Sus señales serán más sutiles. No habrá flores ni ese tipo de regalos típicamente masculinos, pero sí serán indicios evidentes: la cercanía física, las miradas, el deseo de pasar tiempo juntos, el interés por conocerlo a base de continuas preguntas, etc. A veces estas señales son malinterpretadas por el hombre, que no sabe realmente cuáles son las intenciones de ella. Por eso en ocasiones no es fácil deducir sus significados.
Evidentemente, todo esto conduce a querer aumentar la intimidad física. En consecuencia, termina por aparecer el deseo sexual de forma poderosa ya que es el siguiente nivel de intimidad.
Podemos decir que casi todos los casos de solteras cristianas que suelen caer en las relaciones sexuales prematrimoniales dan la misma explicación: buscaban intimidad emocional. Creían que ahí sería donde su hombre les daría aquello que no le estaban ofreciendo en la parte no-física de la relación. Esto las lleva a una terrible desesperación después de haber consumado el acto, y más si son abandonas por el chico en cuestión. Se sintieron usadas y no recibieron a cambio lo que anhelaban. Ese es uno de los grandes peligros a los cuales se enfrenta la mujer en la actualidad, aunque en realidad siempre ha sido así.
Este es un campo que incluso las mujeres con novio o casadas deben vigilar. Si no están siendo cuidadas emocionalmente por sus parejas, pueden caer ante las atenciones de otros hombres y buscar esa satisfacción emocional fuera de su relación. Lamentablemente, son muy habituales estos tipos de aventuras llevadas a cabo con un compañero de trabajo, del gimnasio o un vecino. Si tienes pareja, es fundamental tratar estos temas cuando te sientas insatisfecha antes de que las cosas lleguen más lejos, que no tiene que llevar al sexo con alguien que no es tu pareja, pero sí a otra clase de aventuras igualmente peligrosas: las emocionales.
Hay hombres que, en su ignorancia, pueden creer que el amor se limita al sexo, cuando para la mujer madura el sexo es una parte más del amor. Importante, pero en definitiva, un ingrediente más del pastel. Un hombre puede acercarse a una mujer con propósitos sexuales sin necesidad de que sus sentimientos entren en juego, mientras que la mujer puede acercarse a un hombre con propósitos emocionales sin pensar en primera instancia en el sexo. El hombre se puede sentir bien con el sexo sin emociones. La mujer no. Necesita que sus emociones entren en juego. De lo contrario, el sexo será algo carente de significado. Leí una encuesta en la cual preguntaban: ¿Sexo con amor o sin él? La mayoría de las mujeres decían que “con él”. Sólo una minoría pensaba de forma diferente.
Independientemente de que a la mujer le guste sentirse guapa (y que es sano dentro de un equilibrio), sabe perfectamente que el hombre se siente atraído por la belleza ya que es visual, y que si no llaman la atención de esta manera será más difícil que se fijen en ella. Esto es algo que veremos con detenimiento en el siguiente apartado, porque también en este terreno hay que marcar límites.
Claro que la mujer también tiene ojos y le atrae el cuerpo de un hombre, pero no le concede la misma importancia. Nada de esto descarta la atracción física, aunque es cierto que es muy extraño (al contrario de lo que creen los hombres) que ellas vayan detrás de alguien exclusivamente porque les atraiga físicamente. Y nuevamente me refiero a mujeres cristianas maduras.
Por todo esto que hemos visto se le concede tanta importancia a la ropa, a los cosméticos y a toda clase de accesorios. De ahí también el origen de esa obsesión con las dietas pre-veraniegas, que consiste en pasar hambre para lucir una determinada figura libre de toda la grasa humanamente posible. En esa época del año, esas dietas son más conocidas como parte de la operación bikini.
En conclusión: “Para nosotros, la impureza de los ojos es el preámbulo de la impureza sexual. Esa mirada puede convertirse en tan enfocada que puede producir una excitación tal como lo haría acariciar un seno o los glúteos de una mujer. [...]. El proceso descendente de la mujer casi siempre comienza con una relación linda, tierna y estimulante, así como con el toque masculino con ternura y cariño. Su sistema de ignición está vinculado al contacto físico y la relación. Aunque ellas perciben nuestro estilo como superficial y sucio, la verdad es que les ocurre lo mismo, solo que por diferente camino”.

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Aprender y crecer & Conformarse y estancarse

Cuando un hombre o una mujer está verdaderamente enamorado de su pareja quiere saberlo absolutamente todo de ella: desde sus pensamientos más profundos, sueños, alegrías, tristezas, miedos y traumas, hasta sus anhelos y gustos personales en todas las esferas de la vida. Sabe que así podrá tratarla lo mejor posible. Siguiendo esta idea y llevándola al plano de la fe, me cuesta muchísimo entender que una persona que verdaderamente ama a Dios no quiera aprender más de Él y no ponga ningún interés en leer Su Palabra, ni adquiera buenos libros que tratan multitud de temas sobre el Creador para conocerle mejor. Y aquí añado un matiz importante para hacer una aclaración: puede haber personas a las que les guste menos leer que a otras, o que por cuestiones laborales y familiares no dispongan de todo el tiempo libre que desearían. Eso lo comprendo y lo acepto. 
Ahora bien, ¿no leer en absoluto? Me parece ilógico. Con esto no quiero decir que quien no lee no sea un creyente genuino o que no ama a Dios, como tampoco que quien lee mucho es más espiritual por ello. Pero sí que es un área que cada uno debe revisar en el caso de que sea una laguna a cubrir.
Sé que una de las señales de una verdadera conversión es la manifestación del fruto del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22-23), pero estoy convencido de que el “hambre” por conocer más y más de Dios es otra de las señales de alguien que ha experimentado “el nuevo nacimiento”. La persona que no lee puede ser a causa de la propia pereza, el conformismo, la apatía, etc. Y por otro lado, aquellos que son como las crías de los pajaritos: están tan acostumbrados a sentarse los domingos en un banco con la boca abierta a que se lo den todo, que no se esfuerzan lo más mínimo en comer por sí mismos (aunque parte de culpa es de la eclesiología imperante que promueve directa e indirectamente la pasividad, al convertirnos en espectadores y consumidores).
Muchos llevan llevan años así, incluso décadas, y con eso les basta. Es una manera más de caer en la pura religiosidad, muerta en sí misma: “El día en que el bebé de la familia empieza a comer solo es muy importante. El nene está sentado frente a la mesa y empieza a usar la cuchara, quizá al revés, pero luego la usa bien y la madre o la hermana dice regocijada: el nene está comiendo solo. Pues bien, lo que necesitamos como cristianos es poder comer solos. Cuántos hay que se sientan, impotentes y apáticos, y abren la boca, con hambre de las cosas espirituales, pero esperan que el pastor les dé de comer, mientras que en la Biblia hay ya una lista de una gran fiesta para ellos. Pero no se animan a empezar a comer solos”[1].
Hoy en día, vemos a nivel mundial congregaciones llenas de personas con un nivel teológico pobrísimo. Esto se observa incluso entre los ministerios, con predicaciones llenas de clichés antibíblicos, o en las letras de canciones vacías de contenido. Muchos camuflan la falta de conocimiento de las Escrituras con la famosa frase: “Escuchen al Ungido de Jehová: siento del Espíritu Santo que...”. Y así lo arreglan todo. Lo que mueve a estos creyentes son las emociones positivas y los sentimientos agradables (que bordean el misticismo, abrazando en ocasiones la histeria colectiva), dejando la mente racional a un lado. Es la manera de atraer a las personas.
En la actualidad, tenemos versiones de la Biblia de todos los colores, tamaños y formatos, junto a libros de teología extraordinarios, pero muchos prefieren como ingenuos las “nuevas revelaciones”, como si la Palabra de Dios necesitara un apéndice. Todos ellos olvidan inconscientemente u omiten voluntariamente las palabras de Pablo: No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2). ¡Transformar la mente!
Las consecuencias de no querer aprender ni leer
Como he dicho, entiendo perfectamente que haya personas a las que leer no les entusiasme. No es que no lean la Biblia y otros libros cristianos, sino es que en general no leen porque no les agrada tal actividad. Pero hay tanto en juego que quiero que tomes consciencia para que reviertas tu forma de afrontar esta situación. No quiero desanimar, sino mostrarte lo que hay que cambiar por tu propio bien. Es tu salud personal (mental, emocional y espiritual) lo que está en juego.
Los peligros de no leer y de no estudiar por uno mismo son evidentes:
1. El peligro ante las crisis: Ante una crisis personal (emocional, sentimental, espiritual, eclesial, etc.), el peor enemigo son las emociones. ¿Por qué? Porque ante las circunstancias adversas, los sentimientos son predominantemente negativos. Siendo claros, en una crisis lo único que salva al individuo es la fe conceptual. ¿Y esto qué significa?: Saber en quién has creído, y las palabras de consuelo y ánimo de Aquel que te salvó. Si la Palabra de Dios no forma parte de nuestros pensamientos y no nos hemos apropiado de ella, nos hundiremos sin remedio ante las crisis que nos acontezcan en la vida. Cuando no se usan las herramientas que el Señor ha puesto a nuestro disposición, caemos en el infantilismo espiritual: infantiles en la fe, inmaduros en nuestras creencias, sin crecemiento en  nuestro ser interior y sin sabiduria práctica. Ahí se hacen realidad las palabras que Dios le dijo a Israel: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento” (Oseas 4:6). Recuerdo a una persona que, cuando oía una historia bíblica, decia: “Esa ya la sé”, y la narraba mejor que un erudito. ¿Las creía sinceramente en su mente y las ponía por obra?: No. Era un saber vacío, porque poseer el conocimiento de algo sin ponerlo en práctica no sirve de nada. ¿Consecuencias?: Terminó por apartarse de Dios.
2. El peligro de no saber aplicar la fe: Hace varios años, escuché a un joven hablando con otros chicos de su edad. Él les preguntó cómo podía saber que Dios lo perdonaba cuando se arrepentía tras pecar. Me quedé callado para oír qué decían. Todas las respuestas eran “humanas” y ninguna respuesta concretaba nada. Al final tuve que intervenir y citar varios versículos, comenzando por el que hubiera hecho innecesaria aquella conversación: Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). Todo quedó claro para aquel muchacho. ¿Es que yo era más listo que ellos? Ni mucho menos. ¡Hay tantas cosas que yo no sé! Simplemente conocía un texto bíblico sumamente básico y de una sencilla aplicación práctica.
Ninguno de los que participaron en aquella conversación eran creyentes de pocos días, sino de años. El autor de la carta a los hebreos les habla a esta clase de personas: “Al cabo de tanto tiempo, ustedes ya deberían ser maestros; en cambio, necesitan que se les expliquen de nuevo las cosas más sencillas de las enseñanzas de Dios. Han vuelto a ser tan débiles que, en vez de comida sólida, tienen que tomar leche. Y los que se alimentan de leche son como niños de pecho, incapaces de juzgar rectamente. La comida sólida es para los adultos, para los que ya saben juzgar, porque están acostumbrados a distinguir entre lo bueno y lo malo” (Hebreos 5:12-14, ´DHH`). Eran creyentes a los que aún había que explicarles una y otra vez lo más básico, junto a las doctrinas fundamentales del cristianismo.
De ahí que observemos a Pablo un tanto cansado, como diciendo: “Llevamos mucho tiempo explicando lo mismo. Habéis sido como niños, y como tales, os hemos dado leche. Pero ya no tenéis edad de ser niños. Es hora de tomar alimento sólido de la Palabra de Dios. Lo básico ya tendría que ser sencillo para vosotros. Deberíais ser maestros para poder explicarles a otros recién nacidos el significado de quien es Cristo y toda la obra que llevó a cabo. Sin embargo, todavía tenemos que estar pendientes de vosotros, de vuestra inmadurez, de que vuestra fe no decaiga, porque incluso os cuesta distinguir el bien del mal”. Se estaba desahogando al mostrar su sentir, pero a la vez su esperanza: “Por lo tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección” (Hebreos 6:1).
3. El peligro de aceptar herejías: Es terrible la cantidad de literatura que se ve en librerías cristianas que atentan directamente contra las enseñanzas de las Escrituras. Si el pueblo de Dios escudriñara la Biblia con una sana hermenéutica, muchos de los libros de Joel Osteen, Joyce Meyer, César Castellanos, Bernardo Stamateas, Cash Luna, Guillermo Maldonado, Benny Hinn y compañía serían rechazados inmediatamente. Los propios creyentes huirían de ellos. Por el contrario, estas personas mueven masas, los miembros de sus congregaciones se cuentan por miles, tienen incontables seguidores en las redes sociales, y se han convertido en autores de renombre que ganan millones de dolares con sus “best-seller” sobresaturados de herejías. Ese es el éxito que muchos cristianos ambicionan. Lo que me resulta aun más increíble es la manera en que algunos miran para otro lado (o meten la cabeza debajo de la tierra) cuando se les avisa claramente de las falsas enseñanzas que han aceptado y a su vez están enseñando a otros. Otros directamente se enojan y arremeten contra los que “osan” señalar sus gravísimas faltas teológicas. Incluso desde el mundo secular se están denunciando las incongruencias de estas mentiras. Esto es vergonzoso. Como dijo Martin Luther King: “Nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda”.
4. El peligro de no saber en qué creemos: Otra característica que se observa entre cristianos, es que no saben exponer mínimamente por qué creen en lo que dicen creer. Conocen lo justo de la fe que profesan, a pesar de llevar años escuchando decenas de predicaciones. No son capaces de explicar de manera sencilla por qué han creído que Jesucristo es el Hijo de Dios, para qué murió en la cruz, por qué la salvación es un regalo, cuál es el plan futuro que el Creador tiene preparado para la humanidad, etc. Hace unos días, un hermano español que reside en Alemania, me comentaba su preocupación al comprobar el bajo nivel de conocimiento bíblico de los que le rodeaban, algunos de los cuales ni siquiera creen que son salvos o consumen material del G12. Incluso al llegar a la congregación se encontró una herejía, palabras literales suyas: la de ´todos somos hijos de Dios` (incluidos los de fuera que son malvados que no se han reconciliado con Dios)”.
Juan de la Cruz llamó “la noche oscura del alma” a ese momento de la vida donde dudamos de todo. Incluso el creyente más fervoroso puede pasar por ese trance. Es ahí, nuevamente, donde la fe conceptual nos salva. ¿Qué es la fe?: “La certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). Creemos en Alguien a quien no vemos directamente con nuestros ojos físicos, pero la fe no es ciega. En la misma creación y en la naturaleza contemplamos la “huella” de Dios: “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Romanos 1:20).
Aparte de nuestro propio testimonio personal y el de millones de personas a lo largo de dos mil años, tenemos una base perfectamente estructurada de nuestra fe, basada en documentos históricos que nos narran la vida de Jesús, sus palabras, sus acciones, sus enfrentamientos con los que querían matarle, sus amistades, sus últimas horas con vida, los detalles de su muerte y los de su resurrección, junto al camino que siguieron sus discípulos tras verlo nuevamente con vida. A todo esto podemos seguirle la pista de manera fiable. Cualquiera que se moleste en estudiar los libros de apologética cristiana que hay al respecto, podrá comprobarlo. Así, aún en la noche más oscura de nuestra alma, podremos exclamar como Pablo: “Yo sé en quién he creído” (2 Timoteo 1:12).
5. El peligro de no disfrutar de Dios: Todos conocemos la historia de aquellos que caminaron con Jesús sin saber que era Cristo resucitado. Él les declaró en todas las Escrituras lo que de él decían. Tras desaparecer de la vista de ellos, dijeron: “¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?” (Lucas 24:32). Sin duda alguna, uno de los mayores placeres y un gozo inenarrable que se da entre cristianos es hablar de Dios y de Su Palabra. En mí arde el corazón cuando lo hago y es un sentir que jamás quiero perder. Tengo varios amigos con los que puedo compartir esa pasión, aunque procuro evitar a los que sólo buscan avasallar e imponer con verborrea sus creencias personales. El problema surge en aquellos que apenas tienen comunión con Dios y tienen la Biblia en la estantería, como si fuera un amuleto o algo parecido. Para ellos, es aburrido hablar de las cuestiones divinas, incluso incómodo. Si es tu caso, ¡en tu mano está disfrutar de lo más grande que existe!
6. El peligro de vivir en el pasado: Este peligro suele ser más habitual del que nos imaginamos: cristianos genuinos que viven instalados en el conformismo de “ya aprendí lo suficiente”. Tuvieron un encuentro con Dios, “nacieron de nuevo”, sintieron la emoción de ese primer amor, estuvieron un tiempo buceando en la Palabra... y ahí se quedaron. Han convertido su fe en rutina. No hay frescura en sus palabras porque leen la Biblia muy de vez en cuando (no digamos ya literatura cristiana), ya no se emocionan hablando de sus maravillas y apenas la llevan a la práctica en sus vidas diarias. El tiempo fuera del trabajo se reduce a conversaciones banales, al tiempo de ocio y al descanso particular; nada más.  
¡Merece la pena el esfuerzo!
Todos los “peligros” que hemos analizado tienen solución. Jesús le dijo a los judíos que habían creído en él: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). Conocer la verdad nos hace libres. Y esto no abarca únicamente el mensaje de salvación. A medida que profundizamos en el conocimiento de TODA la verdad revelada por Dios, más libres somos: conocemos el amor de Dios para con nosotros, la manera de afrontar la ansiedad, qué hacer ante la naturaleza caída que mora en nuestro interior, cómo vivir ante sentimientos de soledad, en qué manera debemos organizar nuestra mayordomía (nuestro cuerpo, nuestras posesiones materiales, nuestro dinero, nuestras relaciones personales, nuestro tiempo, nuestra vestimenta), cuál debe ser nuestra actitud ante los enemigos, etc.
Por todo esto sigue vigente para todos nosotros la exhortación de Jesús a los judíos: Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39).
Recomendaciones  
En lo que respecta a los libros que nos pueden ayudar a ahondar más y más en esa verdad, el problema de muchos reside en no saber qué leer exactamente. En demasiadas ocasiones se compra a ciegas o porque el título nos llama la atención. Por eso a veces se infiltran en nuestra biblioteca personal manuscritos horribles. Así que he hablado con Salvador Menéndez (autor de “La esencia del cristianismo” y “El eco de su nombre”) y Virgilio Zaballos (“Conceptos errados”, “Esperanza para la familia”, “Orando con el salmista”, entre otros) para, entre los tres, elaborar una lista de libros y material didáctico que hemos leído en todos estos años y que recomendamos; aunque posiblemente se queden muchas grandes obras sin citar porque aún no han caído en nuestras manos y no soy partidario de aconsejar un libro que no se ha leído, por muy buenas críticas que tenga[2].
Esto no significa que el contenido de los que voy a citar sean infalibles. Además, es casi imposible estar de acuerdo con todas y cada una de las miles de líneas de todos estos escritos, pero los recomendamos porque son verdaderas joyas. Aún así, tendrás que hacer como los de Berea, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” (Hechos 17:11). Esa es la manera de aprender. Todo lo que leas, pásalo por el filtro de la Biblia, que debe ser tu libro principal. Cuanto más la conozcas, más fácil te resultará verificar los aciertos (para apropiarte de ellos) y señalar los errores (para rechazarlos). Como dijo Spurgeon: “Tienes permitido visitar muchos libros BUENOS, pero debes siempre vivir en la Biblia”.
Si lees apenas media hora diaria, verás los cambios en tu mente y en tu corazón en unos pocos meses; ni te cuento en algunos años. Todo es cuestión de establecer prioridades: un poquito menos de televisión, un poquito menos de internet y menos ociosidad; más leer, estudiar y aprender. Y, por favor, que nadie me venga con la excusa de que no tiene dinero para comprar algún libro, cuando la inmensa mayoría no tiene problemas en cuanto a gastos de ocio, ropa, tecnología y diversas aficiones. No estoy diciendo que vistas como un mendigo ni que dejes de comer para gastarte 5000 euros en literatura. Pero, a menos que tu situación económica sea sumamente apurada, casi todo el mundo se puede permitir al menos dos o tres libros al año (tirando por lo bajo), tomando como medía que cada uno de ellos cuesta entre 10 y 25€.
Ahora todo queda en tus manos:   
TEMÁTICA
TÍTULO
AUTOR
TEOLOGÍA
Teología sistemática
Millard Erickson
TEOLOGÍA
Teología sistemática
Wayne Wrudem
TEOLOGÍA
Introducción a la Teología
José Grau
TEOLOGÍA
Introducción al Antiguo Testamento
Longman-Dillard
TEOLOGÍA
Introducción al Nuevo Testamento
Everett Harrison
TEOLOGÍA
Institución de la religión cristiana
Juan Calvino
TEOLOGÍA
Un Dios en tres personas
Francisco Lacueva
SOTERIOLOGÍA
La seguridad de la salvación: 4 puntos de vista
J. Mathew Pinson
SOTERIOLOGÍA
Solamente por gracia
Charles H. Spurgeon
CARISMATOLOGÍA
¿Son vigentes los dones milagrosos?
Wayne Grudem
CRISTOLOGÍA
La persona y la obra de Jesucristo
Francisco Lacueva
CRISTOLOGÍA
El eco de su nombre
Salvador Menéndez
HERMENÉUTICA
Hermenéutica Bíblica
José María Martínez
PASTORAL
De pastor a pastor
Hernandes Días
HOMILÉTICA
Bosquejos expositivos de la Biblia
Warren Wiersbe
HOMILÉTICA
La predicación: puente entre dos mundos
John Stott
HOMILÉTICA
Discursos a mis estudiantes
Charles H. Spurgeon
ECLESIOLOGÍA
La Iglesia, cuerpo de Cristo
Francisco Lacueva
ECLESIOLOGÍA
La idea de comunidad de Pablo
Roberts Banks
ESCATOLOGÍA
Escatología Amilenial
José Grau
ESCATOLOGÍA
Escatología Premilenial
Francisco Lacueva
ANTROPOLOGÍA
El hombre, su grandeza y su miseria
Francisco Lacueva
APOLOGÉTICA
Mero cristianismo
C. S. Lewis
APOLOGÉTICA
3 preguntas clave sobre Jesús
Murray J. Harris
APOLOGÉTICA
Jesús bajo sospecha
Michael Wilkins
APOLOGÉTICA
Nueva evidencia que exige un veredicto
Josh MacDowell
APOLOGÉTICA
Más que un carpintero
Josh MacDowell
APOLOGÉTICA
El caso de Cristo
Lee Strobel
APOLOGÉTICA
Darwin no mató a Dios
Antonio Cruz
HEREJÍAS
Cristianismo en crisis del siglo XXI
Hank Hanegraaff
HEREJÍAS
Conceptos errados
Virgilio Zaballos
HEREJÍAS
El purgatorio protestante
Gerardo de Ávila
HEREJÍAS
Escrituras torcidas
Mary Alice Chrnalogar
HEREJÍAS
Ocultismo, ¿Parapsicología o fraude?
 José de Segovia
HEREJÍAS
Los orígenes de la Nueva Era
César Vidal
HEREJÍAS
Los masones
César Vidal
HEREJÍAS
Herejías por doquier
Jesús Guerrero
HEREJÍAS
Mentiras que creemos
Jesús Guerrero
BIOGRAFÍAS BÍBLICAS
Jesús
Charles Swindoll
BIOGRAFÍAS BÍBLICAS
Moisés
Charles Swindoll
BIOGRAFÍAS BÍBLICAS
José
Charles Swindoll
BIOGRAFÍAS BÍBLICAS
Elías
Charles Swindoll
BIOGRAFÍAS BÍBLICAS
Job
Charles Swindoll
BIOGRAFÍAS BÍBLICAS
Ester
Charles Swindoll
BIOGRAFÍAS BÍBLICAS
Pablo
Charles Swindoll
BIOGRAFÍAS BÍBLICAS
Historias fascinantes de vidas olvidadas
Charles Swindoll
BIOGRAFÍAS BÍBLICAS
El Jesús que nunca conocí
Philip Yancey
BIOGRAFÍAS BÍBLICAS
Jesús, el judío
César Vidal
BIOGRAFÍAS BÍBLICAS
Pablo, el judío de Tarso
César Vidal
ORACIÓN
La oración
Philip Yancey
ORACIÓN
La oración, teología y práctica
Fernando A. Mosquera
ORACIÓN
Psicología de la oración
Pablo Martínez Vila
ORACIÓN
La oración, fuente de poder
E.M. Bounds
VIDA CRISTIANA
Los problemas que los cristianos enfrentamos hoy
John Stott
VIDA CRISTIANA
Ética cristiana
Francisco Lacueva
VIDA CRISTIANA
Una fe sencilla
Charles Swindoll
VIDA CRISTIANA
El despertar de la gracia
Charles Swindoll
VIDA CRISTIANA
La esencia del cristianismo
Salvador Menéndez
VIDA CRISTIANA
Cuando lo que Dios hace no tiene sentido
James Dobson
VIDA CRISTIANA
Renueva tu corazón
 Dallas Willard
VIDA CRISTIANA
Los Bienaventurados
Antonio Cruz
VIDA CRISTIANA
El único camino a la felicidad
John MacArthur
VIDA CRISTIANA
Conociendo a Dios
J.I. Packer
VIDA CRISTIANA
Límites
Henry Cloud
MATRIMONIO
Esperanza para la familia
Virgilio Zaballos
MATRIMONIO
Los 5 lenguajes del amor
Gary Chapman
MATRIMONIO
Tu matrimonio sí importa
Juan Varela & M. Mar
MATRIMONIO
Música entre las sábanas
Kevin Leman
MATRIMONIO
El dilema del divorcio
John Macarthur
MATRIMONIO
El adulterio
David Hormachea
FÁBULAS
El Peregrino
John Bunyan
FÁBULAS
Cartas del diablo a su sobrino
C. S. Lewis
FÁBULAS
Las crónicas de Narnia
C. S. Lewis
FÁBULAS
El judío errante
César Vidal
CATOLICISMO
Catolicismo romano
Francisco Lacueva
CATOLICISMO
Catolicismo romano (vol. I y II)
José Grau
HISTORIA
Historia del cristianismo
Justo González
HISTORIA
Breve historia de la Iglesia cristiana
Howard F. Vos
HISTORIA
Historia de la iglesia
Justo L. Gonzalez
HISTORIA
Los primeros cristianos
César Vidal
HISTORIA
Historia eclesiástica
Eusebio de Cesarea
HISTORIA
Historia de la Reforma
Jorge P. Fisher
HISTORIA
Los puritanos
Martyn Lloyd Jones
HISTORIA JUDÍA
Antiguedades de los judíos
Flavio Josefo
HISTORIA JUDÍA
Las guerras de los judíos
Flavio Josefo
HISTORIA JUDÍA
El Templo. Su ministerio y servicios en tiempos de Jesucristo
Alfred Edersheim
HISTORIA JUDÍA
La historia de los judíos
Paul Johnson
HISTORIA JUDÍA
Historia del pueblo judío
Werner Keller
HISTORIA JUDÍA
Jerusalén: La biografía
Simon Sebag Montefiore
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Arqueología bíblica
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CULTURA GENERAL
El camino hacia la cultura
César Vidal
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Comentario Bíblico
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Comentario Bíblico
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Habla el Antiguo Testamento
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Comentario Bíblico Portavoz
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Comentario al Nuevo Testamento
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Diccionario Expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento
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